La economía estadounidense ha entrado en un período de mayor incertidumbre en materia de política económica. Se esperaban cambios significativos en las políticas durante la administración Trump, entre ellos el proteccionismo comercial, la reducción del gasto público y la implementación de reducciones de impuestos en el próximo presupuesto. Todas estas áreas de política se están abordando, pero la forma en que se aplican expone a las empresas a una considerable incertidumbre. Esto ocurre en un momento en que algunos indicadores de la actividad económica real se han debilitado considerablemente. Como resultado, hemos reducido el riesgo en nuestras carteras.
La inclinación de la administración Trump a aumentar los aranceles se anunció con meses de antelación. Sin embargo, la experiencia durante su primera administración indicaba que las amenazas arancelarias se utilizaban principalmente para alcanzar nuevos acuerdos comerciales. Esta vez, parece que los aranceles también se están utilizando para ejercer presión política. Colombia fue sancionada con aranceles por un problema de inmigración, mientras que los aranceles a Canadá y México se deben aparentemente al contrabando de fentanilo, una actividad ilegal en ambos países. Esto hace que la aplicación actual de los aranceles sea difícil de negociar, porque los resultados previstos no son necesariamente algo que los socios comerciales puedan ofrecer.
Otra capa de incertidumbre surge de la propuesta de un trato recíproco en el comercio. A primera vista, la reciprocidad suena atractiva y justa, pero los acuerdos comerciales son notoriamente complejos. El problema radica en los detalles sobre las reglas de origen de cada componente del valor agregado en cada producto. En un mundo donde los componentes provienen de múltiples jurisdicciones, superponer un sistema de reciprocidad dará como resultado un sistema comercial insondablemente complejo. Sin embargo, si se ignoran esos detalles, muchas empresas pueden encontrar su producción antieconómica.
Es importante destacar que es difícil tomar al pie de la letra cualquier comentario de los funcionarios de la administración. El secretario del Tesoro, Bessent, afirmó que los aranceles se introducirían gradualmente en incrementos del 2,5%, pero poco después se impusieron abruptamente todos a la vez. De manera similar, el secretario de Comercio, Lutnick, dijo que los aranceles de Canadá y México podían revertirse, horas antes de que el presidente Trump señalara lo contrario. Un día después de su imposición, los aranceles fueron suspendidos parcialmente durante otro mes.
La política fiscal también es una fuente de incertidumbre. El Departamento de Eficiencia Gubernamental ha identificado áreas de posibles recortes de gastos con un éxito limitado, aunque algunos pueden revertirse por razones legales. Al mismo tiempo, la velocidad con la que se producen los cambios deja poco margen para la planificación, lo que genera inseguridad laboral.
El gobierno también ha anunciado su intención de derogar la Ley CHIPS, que sustentaba el argumento comercial de algunas grandes inversiones. No se sabe con certeza cómo responderán las empresas a estos desafíos.
Quizás la cuestión más importante en materia de política fiscal sea la trayectoria del déficit. La reciente resolución presupuestaria incluye políticas que probablemente aumentarán el déficit en los próximos diez años, ya que los recortes obligatorios del gasto están muy por debajo de las pérdidas de ingresos previstas por los recortes impositivos. Dado que el déficit ya se encuentra en un nivel elevado, una política de este tipo deja al gobierno sin margen de maniobra en caso de que la economía se desacelere o entre en recesión.
En los últimos años, hemos preferido las acciones estadounidenses a otros mercados de valores. Nuestra convicción se basaba en el alto crecimiento de las ganancias, la ausencia de un crecimiento económico significativo en otras áreas y la atractiva composición sectorial del mercado estadounidense. Con el tiempo, reconocimos que el aumento de las valoraciones exigía cautela y redujimos nuestra exposición al segmento de mayor valor del mercado. Sin embargo, también reconocemos que el mercado se había valorado en condiciones de un "cielo despejado", no en un entorno en el que se acumulaban nubes de incertidumbre.
Como resultado de los acontecimientos recientes, hemos aumentado nuestra posición sobreponderada en renta fija. Al hacerlo, también incrementamos modestamente nuestra exposición a la duración. Si bien es probable que los rendimientos de los bonos a largo plazo sigan siendo volátiles debido a las persistentes perspectivas de inflación, los mayores riesgos para el crecimiento económico justifican cierta extensión.
Si analizamos otros mercados, aunque las valoraciones de las acciones europeas son razonables, los buenos resultados recientes pueden no ser sostenibles si el mercado estadounidense se tambalea. Europa es un mercado de acciones con menor crecimiento y rentabilidad. En los mercados emergentes, somos escépticos respecto a que muchos mercados puedan resistir los efectos adversos de las guerras comerciales.